Tras un año marcado por la severa sequía provocada por el fenómeno de El Niño, Honduras se encuentra en la antesala de un nuevo desafío climático: la llegada de La Niña. Este cambio en las condiciones atmosféricas promete traer un giro radical en el clima del país, con lluvias intensas y una temporada de huracanes que se anticipa altamente activa.
Durante los últimos meses, la influencia de El Niño redujo las precipitaciones en Honduras hasta en un 70%, dejando vastas áreas del país enfrentando condiciones áridas y afectando gravemente la agricultura y el acceso al agua. Sin embargo, los modelos meteorológicos indican que entre junio y julio, este panorama dará paso a un periodo de lluvias abundantes debido a la entrada de La Niña.
La transición no solo significará un alivio en términos de precipitaciones, sino que también traerá consigo un aumento en la actividad ciclónica. Se espera que al menos cinco huracanes de máxima categoría puedan impactar el país, lo que ha encendido las alarmas entre las autoridades y la población. Los organismos de emergencia ya están preparando planes de contingencia para enfrentar los posibles efectos devastadores de estos fenómenos naturales.
Honduras se encuentra en una encrucijada climática, donde la variabilidad del tiempo se convierte en un reto constante. La experiencia reciente con El Niño ha dejado lecciones sobre la importancia de estar preparados, pero el país ahora se enfrenta a la amenaza opuesta: un exceso de agua que podría desencadenar inundaciones, deslaves y daños materiales significativos.
A medida que La Niña se acerca, la nación se prepara para un cambio radical en su clima, con la esperanza de que la preparación y la resiliencia sean suficientes para mitigar los impactos de lo que promete ser una temporada intensa.